viernes, 6 de mayo de 2011

Presentación

Corre el mes de noviembre del año 1977.

En la absoluta oscuridad de la sala del cine Emperador, de Sevilla, mi hermano menor (un patoso adolescente de catorce años) y yo (un año mayor, pero igual de patoso y con muchos más granos en la cara) acabamos de escuchar la fanfarria completa de la 20th Century Fox, acompañada de su mítica imagen, en flamante Panavisión, con sus focos apuntando al cielo y su arrogante pedestal a lo Ben-Hur. Tanto la música como la imagen constituyen un icono familiar y agradable; pero para alguien cuyo estómago hormiguea por la ansiedad y la expectación que supone el estreno del año (una modernísima película de ciencia ficción), no deja de dar la sensación de algo anticuado, anacrónico e, incluso, fuera de contexto.

La pantalla funde en negro y aparecen unas finas y desconcertantes letras que rezan: «Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...» No hay música ni sonidos: perfecto para que el mencionado hormigueo se multiplique exponencialmente.

Segundos después, estalla el apocalipsis, la catarsis, y todos los términos griegos acabados en -is que a uno se le puedan ocurrir. Es uno de esos pocos momentos en tu vida en los que sabes que ésta va a dar un giro irreversible. Y es que la Sinfónica de Londres acaba de entrar en la sala a lo bestia con un acorde molto fortissimo en el que todos los miembros de esa formación se están ganando merecidamente el sueldo, especialmente los metales; la brevísima fanfarria y la exposición del tema principal que siguen a ese acorde nos deja a los dos patosos pegados al asiento como si de una montaña rusa se tratase. Al mismo tiempo, en la pantalla se nos presenta un texto en color amarillo muy, muy largo, que pasa ante nuestros ojos en perspectiva, perdiéndose contra un fondo de estrellas. Allí nos perdemos también mi hermano y yo, hipnotizados por esas letras viajeras y esa orquesta feroz. Si, hoy en día, alguien quiere buscarnos, sólo tiene que hacerlo en ese fondo estrellado: allí nos llevaron y allí nos quedamos desde entonces... por siempre jamás.

Con los años, nuestros gustos cinematográficos han ido evolucionando de modo bastante similar, aunque los musicales han transcurrido por caminos muy distintos. Y, como este blog lo he creado yo y no mi hermano, pues lo voy a dedicar a esa admiración incondicional que servidor profesa por la buena música sinfónica en general y por la escrita para el cine en particular, una admiración nacida aquel noviembre de 1977 gracias a la espectacular partitura de La guerra de las galaxias.

Ironías de la vida: desde entonces nunca más ha vuelto a parecerme "anticuada", "anacrónica" ni  "fuera de contexto" la fanfarria de la 20th Century Fox... sino todo lo contrario.


ANEXO 1: Aquí os dejo la susodicha fanfarria. Sólo cabe añadir un pequeño dato: la compuso Alfred Newman en 1933... bueno sólo la primera parte, donde tambores y metales ejecutan la archiconocida llamada. La segunda parte, cuando entran los violines elaborando la respuesta (en el segundo 0:11 del video), la añadió veinte años después para la película Cómo casarse con un millonario y para todas las que, desde entonces, se rodaron en Cinemascope (y demás formatos panorámicos). Al bueno de Alfred le dedicaremos más de una y dos entradas. Tiempo al tiempo.






2 comentarios:

  1. Magnífico comienzo. Me gustan más las letras del título que las de esta mañana. Son mucho más de musical.
    Deseando ver el resto, estoy.

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  2. Me gusta el diseño que has dado y por supuesto tu erudición.
    Abrazoa.

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